¿Qué hacer? surge de un borrador inédito de Althusser, escrito para discutir el pensamiento
político de Gramsci, convertido en el pensador insignia del eurocomunismo a mediados de la
década de 1970. La discusión se enmarca bajo el auspicio de la pregunta política: ¿qué hacer?
La pregunta trasunta una inquietud que permite tocar todos los hilos de la coyuntura, desde la
manera en la que se puede auscultar la conciencia de clase de un grupo de trabajadores de la
industria automovilística -quienes sintomáticamente "saben más (o menos) de lo que creen
saber" y "no saben que lo saben"- hasta precisiones indispensables sobre la teoría marxista
como herramienta para conocer una realidad que no está contenida o anticipada en la misma,
sino que debe desarrollarse por medio de un "análisis concreto de la situación concreta", es
decir, que en virtud de la transformación incesante de ese concreto que quiere conocerse, este
debe volver a ser analizado en cada caso. Este análisis, sin el cual la pregunta "¿qué hacer?" no es
más que flatus vocis, lleva a confrontar el historicismo absoluto del cual se le reclama a
Gramsci, destacando el vínculo sistemático entre cambio y estabilidad propio del pensamiento
de Marx: la relación de producción capitalista permanece estable produciendo cambios en lo
concreto que reproducen la relación antagónica que la define. La confrontación con Gramsci
alcanza su cenit a propósito del cuestionamiento de su tendencia a licuar el momento de la
fuerza o la violencia en la hegemonía, que hace manifiesta la ausencia de una genuina
consideración de la infraestructura y de la relación de producción en su pensamiento. Este
punto se vuelve a abordar a propósito del tratamiento más complejo que la fuerza recibe en
Maquiavelo, quien reconoce en la fuerza la capacidad de producir efectos de hegemonía, con lo
cual el florentino, más aun que el sardo, se revela como el precursor del concepto de aparato
ideológico.